En este mundo nuestro hay determinados seres humanos que tienen una percepción muy personal de lo que se les muestra ante los ojos. Esta actitud la señalamos como la del homo aistheticos - los que priorizan la realidad desde la vertiente formal de las realidades sintiéndola como suya, personal y con necesidad inmediata de traducirla en formas autónomas creadas. Estos estrafalarios existenciales los designamos como artistas y el resultado visual, táctil y sonoro son las obras de arte.
Javier Balmaseda es, efectivamente, uno de estos casos. Como lo es cada uno de los humanos, Balmaseda es producto e hijo de su circunstancia tanto familiar o social como geográfica y política. Nacido en la costa caribeña de Cuba (Cienfuegos, 1971), su sensibilidad y la educación y formación consecuentes se ha formado al calor de una segunda generación de cubanos producto del castrismo político: formación plástica clásica impregnada de una profunda inquietud política y social. La conformación definitiva, la digestión, cada uno aporta la suya.
Otro factor radical y básico interviene en la creación de la obra plástica de Balmaseda. Además de los hechos sociales que le afectan hay unos hechos naturales —entre ellos los propios de su lugar de nacimiento— que consisten en el flujo anual de los cangrejos que a decenas, cientos, miles penetran en el mar provenientes de tierra adentro y que, instintivamente atraviesan ajenos a cualquier otro factor que no sea aquel natural que los impulsa a migrar hacia el mar.
La geología, la orografía, la biología, la climática, la edáfica y las exigencias familiares y sociales, la naturaleza, hacen que aquel lugar en el que vive el joven artista Balmaseda se convierta en una reflexión que, en su caso, será la sensible y emocional, y elucubrará y verificará en aquellos cangrejos que surgen de la tierra impasibles atravesando la artificialidad de la inerte carretera y bajan hacia la orilla marina para hundirse en ella. Y es desde esta realidad natural entrecruzada por la obra del artificio social que en la sensibilidad estética del artista brota la obra de arte.
Balmaseda es un ser vivo, sensible, reflexionador y con una peculiar respuesta estética por temperamento y formación por todo lo que le afecta. Y una de esas cosas que le afectan es la imagen de los migrantes actuales por todo el Mediterráneo y casi por el mundo entero, que emprenden desde su país, de su territorio, de su historia ancestral un éxodo de vivac en vivac hacia un destino sin límites ni al tiempo ni al espacio humano. Los cangrejos lo hacen por instinto biológico, por un finalismo determinado por la naturaleza, pero estos humanos migrantes actuales lo hacen forzados por la bestialidad actual de las guerras de ambición, de poder, de dominio, de réditos financieros. A los migrantes actuales solo les toca migrar y abandonarse al azar y ventura de lo que suceda.
Balmaseda, con su padre, caminando o en coche, atravesaban aquella avalancha de cangrejos, los aplastaban, les clavaban patadas y como dominadores del terruño, dueños del territorio, padre e hijo avanzaban indiferentes. Para los migrantes de ahora es la administración política, el macadam, la base dura de la calzada, que deviene indiferente. Pero dentro del joven artista, aquella realidad ha ido tomando forma y se ha convertido en una escultura: una carretera bien definida y señalizada en la que el macadam son los cangrejos, ahora sentidos, experimentados como humanos sin orientación, pero con hito: llegar donde encuentren el calor acogedor, su seguro.
Contemplar esta aparente carretera vista de lejos, llena de humanos sufriendo en la realidad de su constitución la insensibilidad del observador indiferente, solo es posible hacerlo desde la serenidad de la obra de arte. Cualquier otra visión sería dramática. Después, tal vez -depende del receptor de la realidad plástica-, se puede clamar la ira de la injusticia o la paz de un dibujo, de una pintura, de unos colores encajados o de una escultura monolítica o desarrollada en el espacio. Es por la fuerza de las formas que nos sentimos afectados en positivo o en negativo; es un ejemplo La ruta migratoria. Una singularidad paisajística, de Javier Balmaseda.
Arnau Puig,
filósofo y crítico de arte
La publicación dedicada a la instalación artística de Javier Balmaseda "La ruta migratoria. Una singularidad paisajística" forma parte de la colección Catàlegs del Terracotta Museu. Se trata de una línea editorial pensada para acompañar y completar las muestras temporales de larga duración instaladas en la Sala d’Exposicions Temporals.
La pieza principal de este catálogo es un póster desplegable de gran tamaño (76 x 56 cm), el cual muestra en la cara principal la instalación en toda su magnitud y en el reverso una recopilación de imágenes de todo el proceso creativo, desde la concepción de la obra hasta el montaje final en ell Terracotta Museu.
Este cartel se encuentra en el interior de una carpeta que contiene, además, un texto de Arnau Puig alrededor del artista y de su instalación.
Organización y producción: Terracotta Museu de Ceràmica de la Bisbal
Coordinación: Xavier Rocas
Textos: Arnau Puig
Fotografías: Yurian Quintanas
Diseño gráfico exposición: Glam, Comunicació i Disseny
Audiovisual: Xavier Pérez
Diseño catálogo: Pere Álvaro
El artista y el Terracotta Museu de Ceràmica quieren expresar su agradecimiento a las instituciones y profesionales que han hecho posible esta instalación y, de manera especial, en el Ministerio de Cultura del Gobierno de Andorra por el apoyo dado al proyecto, al estudio cerámico [ba_Ro] por su asesoramiento técnico, al amigo Robert Albós por su contribución, ya la Fundació Lluís Coromina por la cesión del material gráfico y audiovisual que acompaña el montaje.