Del 3 de agosto al 18 de noviembre de 2018
Inauguración: Viernes 3 de agosto a las 19:30h
Recuerdos de lo que se sintió. Memoria de lo que una vez fue. Restos de una experiencia. Vestigis (vestigios), una quincena de piezas cerámicas a través de las cuales, cincuenta años después de su primera exposición -el año 1966, en el Ateneu Barcelonès-, Madola (Maria Àngels Domingo Laplana, Barcelona, 1944) sigue reflexionando sobre lo la rodea -sobre la existencia cotidiana, personal y ajena-, y dando forma, con la fuerza de unas manos que dejan huella, a lo que vive y percibe, por fuera y por dentro. Un compendio de los últimos diez años de la artista, la obra de factura más reciente aunque heredera de una larga trayectoria, una visión íntima sobre el mundo por parte de una mujer apasionada, fuerte, de carácter. Quince obras en las que volúmenes, materias, texturas y colores conforman y definen uno de los universos más particulares del arte catalán contemporáneo.
Cerámica? Escultura? Arquitectura? Diseño? No importa la etiqueta que queramos otorgar a la vasta producción de Madola. Materializado en gres refractario o derramado con colores sobre la superficie rugosa de un papel -en la idea inicial-, su arte no es más que pura comunicación, no es más que expresar los cuatro vientos un mensaje lleno de símbolos y signos que, surgido de la tierra, el agua y el fuego, acaba haciendo de la vista y el tacto un único sentido. He aquí la necesidad de cualquier artista comprometido con su tiempo, ideológico y anímico: transformar en materia, dar cuerpo, después de un proceso reflexivo, al espíritu, la palabra y la vivencia.
Ante la cerámica de Madola -rompedora, contundente, seca, sobria, corpórea, lejos de los estereotipos- nadie queda indiferente y menos aún en esta ocasión. El espacio expositivo, la antigua factoría de revestimientos cerámicos -acertadamente reconvertida en museo- implementa el sentido de las obras expuestas: cuerpos monolíticos, totémicos, en forma de altares, de vasos litúrgicos, de estelas, de picas, de ruinas arquitectónicas, evocaciones -vestigios- de otros mundos ... Madola hace de este entorno industrial, del contacto directo de la pieza con el pavimento -sin peanas, sin obstáculos-, los muros de ladrillos, de las vigas de hierro, un elemento más de su creación: como nosotros, seres humanos, su arte es, y sólo es, en relación a la realidad de la que sale y en la que se empapa.
En Vestigis, con la energía, la vitalidad y la creatividad que la caracteriza, Madola establece un diálogo sereno, pausado, entre un pasado milenario, de antiguas civilizaciones -la tradición tanto artesana como artística que la ha precedido y que tan presente tiene siempre- y la modernidad, aquella ansia de investigar, de experimentar, de descubrir nuevos lenguajes, de abrir nuevos caminos. Dos maneras, dos conceptos bien opuestos, de encararse con la misma materia prima, pero con algo en común: el hombre, el único destinatario de unos objetos útiles en la práctica –el origen- y necesarios ahora al espíritu -la esencia.
Vestigios, de Madola, el testimonio de un tiempo presente a partir de un de pasado; el deseo de un nuevo mundo -el nuestro-, que la artista sueña mejor, más justo y libre.
Joan Miquel Llodrà Nogueras, Historiador del Arte