Prorrogada hasta el 26 de febrero.
Hay momentos en los cuales un artista, llevado por su espiral creativa, se siente interesado por otras técnicas ajenas a su medio de expresión habitual.
Estas incursiones resultan extremadamente interesantes porque nos permiten conocer nuevas facetas del potencial creativo de un autor que, con los materiales y los elementos de representación que le son propios, no pueden manifestarse en toda su plenitud.
Este fue el caso del pintor Modest Cuixart que, a principios de los años ochenta del siglo pasado, seducido por la magia del fuego y de la tierra y por la maestría del ceramista Carles Sala (hijo y heredero de una estirpe de alfareros bisbalenses), emprendió un camino de búsqueda plástica explorando las posibilidades expresivas de la arcilla cocida.
El conjunto de piezas que se exponen, provenientes de la colección particular de Carles Sala, son el exponente más exitoso del grado de compenetración logrado por los dos artistas. El trabajo delicado de la materia y el tratamiento magistral de brillantes y mates, factores tan característicos de la obra de Carles Sala, se amalgamaron con el inmenso cabal de fantasía creadora de Modest Cuixart, tantas veces patente a lo largo de su dilatada trayectoria pictórica.
El resultado fue una colección de unas trescientas piezas diferentes, de formas escultóricas fantasiosas, llenas de magia e imaginación, que supieron hermanar los diferentes valores formales con la diversidad de elementos materiales, en una conjunción donde lo más primigenio, como la tierra y la arcilla, y lo más noble, como los materiales preciosos, encontraron un punto de encuentro y de fusión.