Aquel día las palomas se habían puesto como de costumbre.*
Por las ruinas, por el camino de los recuerdos, vago vacía. A ambos lados se encuentran las reliquias de los momentos monumentales que constituían la vida. Aquí bebí café mientras te escribía. Allí rehicimos el mundo todos juntos. De esos lugares inolvidables de nuestros encuentros no queda nada. Así ocurre con el mundo. Amnésicos, repetimos inevitablemente errores incomprendidos. Depredadores y bélicos pisamos la historia. Los vestigios representan los últimos hitos de la memoria. Como un rompecabezas disperso, son el rastro fosilizado de nuestro paso.
A primera hora de la mañana, la calma volvió a la explanada. Todo está en silencio. Las palomas parecen ser los únicos testigos de un extraño ritual.*
La memoria es el arquitecto del alma frente al mundo exterior. El objeto mental que emana ilustra nuestra emotividad en el mundo. Sin embargo, nuestros actos, a menudo impermeables, olvidan y se transforman. La historia es la primera en concederse el derecho de refundir los eventos y adaptarlos a su ventaja. Amnésicos de realidades vividas repetimos errores y tragedias, atravesando las fronteras del respeto. Las referencias diáfanas dan paso a las ruinas de nuestra mente.
Martine Le Fur
*Rachel Deghati