Inauguración: domingo 30 de marzo a las 12 h
Pere Lloberas, en el prólogo de La Bisbal en la història i el record, afirmaba que la identidad bisbalense está profundamente influenciada por el paisaje. Un legado intangible —quizás forjado por el clima, las piedras o los colores del territorio— que, transmitido generación tras generación, ha moldeado una identidad particular, propia de los habitantes del rodal. Una forma de ser y hacer compartida que, hoy, es puesta a prueba por la globalización y la uniformización cultural.
Para contrarrestarlo, sólo nos queda ejercitar la memoria colectiva; necesitamos recordar constantemente de dónde venimos y quiénes somos para mantener y afianzar nuestro sentido de pertenencia. Y en una población como la Bisbal, donde la mayoría de sus habitantes han crecido rodeados por el humo de las chimeneas y los olores de la tierra y la madera de los antiguos obradores y fábricas de cerámica, el arte de Pere Noguera se convierte en una herramienta poderosa para profundizar en esta identidad. A través de un material tan arraigado en nuestra historia como es la arcilla, su obra cerámica nos invita a redescubrir quiénes somos y de dónde venimos, a partir de la creación de un lenguaje expresivo capaz de articular reflexiones profundas sobre el tiempo, la memoria y el territorio.
Influenciado por el arte povera, su arte reivindica el uso de materiales humildes y técnicas sencillas para generar un lenguaje de alto valor conceptual y poético. Predispuesto por su entorno más inmediato, establece un diálogo entre tradición y contemporaneidad, proyectándose hacia el futuro sin perder el vínculo con el pasado, explorando los límites entre arte y artesanía, entre lo popular y lo sofisticado, y cuestionando los márgenes establecidos.
Para el Museo, poder programar la exposición “Paisatge. Pols d’argila” representa una gran oportunidad y una doble satisfacción. Oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con el arte contemporáneo y sus protagonistas y, de rebote, hacer confianza en la creatividad de la ciudad y en sus actores culturales. Y satisfacción, por acoger no sólo la obra de un artista clave en la cerámica catalana actual, sino también por la estrecha relación que Noguera ha tenido con el Museo, que dirigió entre 1996 y 2007, y al que hizo una donación de su obra artística –con piezas tan paradigmáticas como la serie conceptual sobre el botijo o las instalaciones “De la sordesa del laberint” Y “Jardí de rajoles”, además de su colección personal de vasijas tradicionales de La Bisbal y utillaje de producción.
En tiempos de cambios acelerados, el arte de Noguera se convierte en un testimonio de nuestra identidad y una respuesta a la necesidad de preservar las raíces. Como decía Modest Prats EN Homilies de Medinyà: “Siempre que he tenido que vivir lejos del país, he podido comprobar que el catalán es un animal que se añora. Tenemos unas raíces hondas, clavadas en una tierra concreta”. Y la obra de Pere Noguera es, en esencia, el reflejo de ese sentimiento: una conexión profunda con el paisaje y la identidad, preservados a través de su mirada artística.
Xavier Rocas